Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel
las mujeres
cosían y cantaban con
sus hijos,
después sonó la alarma
y hubo gritos,
casas arrodilladas en
el polvo,
torres hendidas,
frentes esculpidas
y el huracán de los
motores, fijo:
los dos se desnudaron
y se amaron
por defender nuestra
porción eterna,
nuestra ración de
tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y
recobrarnos,
recobrar nuestra
herencia arrebatada
por ladrones de vida
hace mil siglos,
los dos se desnudaron
y besaron
porque las desnudeces
enlazadas
saltan el tiempo y son
invulnerables,
nada las toca, vuelven
al principio,
no hay tú ni yo,
mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo
un cuerpo y alma,
oh ser total...
cuartos a la deriva
entre ciudades que se
van a pique,
cuartos y calles,
nombres como heridas,
el cuarto con ventanas
a otros cuartos
con el mismo papel
descolorido
donde un hombre en
camisa lee el periódico
o plancha una mujer;
el cuarto claro
que visitan las ramas
de un durazno;
el otro cuarto: afuera
siempre llueve
y hay un patio y tres
niños oxidados;
cuartos que son navíos
que se mecen
en un golfo de luz; o
submarinos:
el silencio se esparce
en olas verdes,
todo lo que tocamos
fosforece;
mausoleos de lujo, ya
roídos
los retratos, raídos
los tapetes;
trampas, celdas,
cavernas encantadas,
pajareras y cuartos
numerados,
todos se transfiguran,
todos vuelan,
cada moldura es nube,
cada puerta
da al mar, al campo,
al aire, cada mesa
es un festín; cerrados
como conchas
el tiempo inútilmente
los asedia,
no hay tiempo ya, ni
muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge
esta riqueza,
corta los frutos, come
de la vida,
tiéndete al pie del
árbol, bebe el agua!,
todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de los bancos y las cárceles,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo pedilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombe de los hombres,
al hombre de sí mismo,
se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;
amar es combatir, si
dos se besan
el mundo cambia,
encarnan los deseos,
el pensamiento encarna,
brotan las alas
en las espaldas del
esclavo, el mundo
es real y tangible, el
vino es vino,
el pan vuelve a saber,
el agua es agua,
amar es combatir, es
abrir puertas,
dejar de ser fantasma
con un número
a perpetua cadena
condenado
por un amo sin rostro;
el mundo cambia
si dos se miran y se
reconocen,
amar es desnudarse de
los nombres:
"déjame ser tu
puta", son palabras
de Eloísa, mas él
cedió a las leyes,
la tomó por esposa y
como premio
lo castraron después;
mejor el crimen,
los amantes suicidas,
el incesto
de los hermanos como
dos espejos
enamorados de su
semejanza,
mejor comer el pan
envenenado,
el adulterio en lechos
de ceniza,
los amores feroces, el
delirio,
su yedra ponzoñosa, el
sodomita
que lleva por clavel
en la solapa
un gargajo, mejor ser
lapidado
en las plazas que dar
vuelta a la noria
que exprime la
substancia de la vida,
cambia la eternidad en
horas huecas,
los minutos en
cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y
mierda abstracta;
mejor la castidad,
flor invisible
que se mece en los
tallos del silencio,
el difícil diamante de
los santos
que filtra los deseos,
sacia al tiempo,
nupcias de la quietud
y el movimiento,
canta la soledad en su
corola,
pétalo de cristal en
cada hora,
el mundo se despoja de
sus máscaras
y en su centro,
vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios,
el ser sin nombre,
se contempla en la
nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo,
sol de soles,
plenitud de presencias
y de nombres;
sigo mi desvarío,
cuartos, calles,
camino a tientas por
los corredores
del tiempo y subo y
bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y
no me muevo,
vuelvo donde empecé,
busco tu rostro,
camino por las calles
de mí mismo
bajo un sol sin edad,
y tú a mi lado
caminas como un árbol,
como un río
caminas y me hablas
como un río,
creces como una espiga
entre mis manos,
lates como una ardilla
entre mis manos,
vuelas como mil
pájaros, tu risa
me ha cubierto de
espumas, tu cabeza
es un astro pequeño
entre mis manos,
el mundo reverdece si
sonríes
comiendo una naranja,
el mundo cambia
si dos, vertiginosos y
enlazados,
caen sobre las yerba:
el cielo baja,
los árboles ascienden,
el espacio
sólo es luz y
silencio, sólo espacio
abierto para el águila
del ojo,
pasa la blanca tribu
de las nubes,
rompe amarras el
cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros
nombres y flotamos
a la deriva entre el
azul y el verde,
tiempo total donde no
pasa nada
sino su propio
transcurrir dichoso,
no pasa nada, callas,
parpadeas
(silencio: cruzó un
ángel este instante
grande como la vida de
cien soles),
¿no pasa nada, sólo un
parpadeo?
—y el festín, el
destierro, el primer crimen,
la quijada del asno,
el ruido opaco
y la mirada incrédula
del muerto
al caer en el llano
ceniciento,
Agamenón y su mugido
inmenso
y el repetido grito de
Casandra
más fuerte que los
gritos de las olas,
Sócrates en cadenas
"(el sol nace,
morir es despertar:
"Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano
de la vida"),
el chacal que diserta
entre las ruinas
de Nínive, la sombra
que vio Bruto
antes de la batalla,
Moctezuma
en el lecho de espinas
de su insomnio,
el viaje en la
carretera hacia la muerte
—el viaje interminable
mas contado
por Robespierre minuto
tras minuto,
la mandíbula rota
entre las manos—,
Churruca en su barrica
como un trono
escarlata, los pasos
ya contados
de Lincoln al salir
hacia el teatro,
el estertor de Trotsky
y sus quejidos
de jabalí, Madero y su
mirada
que nadie contestó:
¿por qué me matan?,
los carajos, los ayes,
los silencios
del criminal, el
santo, el pobre diablo,
cementerio de frases y
de anécdotas
que los perros
retóricos escarban,
el delirio, el
relincho, el ruido obscuro
que hacemos al morir y
ese jadeo
que la vida que nace y
el sonido
de huesos machacadosen
la riña
y la boca de espuma
del profeta
y su grito y el grito
del verdugo
y el grito de la
víctima...
son llamas
los ojos y son llamas
lo que miran,
llama la oreja y el
sonido llama,
brasa los labios y
tizón la lengua,
el tacto y lo que
toca, el pensamiento
y lo pensado, llama el
que lo piensa,
todo se quema, el
universo es llama,
arde la misma nada que
no es nada
sino un pensar en
llamas, al fin humo:
no hay verdugo ni
víctima...
¿y el grito
en la tarde del
viernes?, y el silencio
que se cubre de
signos, el silencio
que dice sin decir,
¿no dice nada?,
¿no son nada los
gritos de los hombres?,
¿no pasa nada cuando
pasa el tiempo?
—no pasa nada, sólo un
parpadeo
del sol, un movimiento
apenas, nada,
no hay redención, no
vuelve atrás el tiempo,
los muerto están fijos
en su muerte
y no pueden morirse de
otra muerte,
intocables, clavados
en su gesto,
desde su soledad,
desde su muerte
sin remedio nos miran
sin mirarnos,
su muerte ya es la
estatua de su vida,
un siempre estar ya
nada para siempre,
cada minuto es nada
para siempre,
un rey fantasma rige
sus latidos
y tu gesto final, tu
dura máscara
labra sobre tu rostro
cambiante:
el monumento somos de una
vida
ajena y no vivida,
apenas nuestra,
—¿la vida, cuándo fue
de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras
lo que somos?,
bien mirado no somos,
nunca somos
a solas sino vértigo y
vacío,
muecas en el espejo,
horror y vómito,
nunca la vida es
nuestra, es de los otros,
la vida no es de
nadie, todos somos
la vida —pan de sol
para los otros,
los otros todos que
nosotros somos—,
soy otro cuando soy,
los actos míos
son más míos si son
también de todos,
para que pueda ser he
de ser otro,
salir de mí, buscarme
entre los otros,
los otros que no son
si yo no existo,
los otros que me dan
plena existencia,
no soy, no hay yo,
siempre somos nosotros,
la vida es otra,
siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí,
siempre horizonte,
vida que nos desvive y
enajena,
que nos inventa un
rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh
muerte, pan de todos,
Eloísa, Perséfona,
María,
muestra tu rostro al
fin para que vea
mi cara verdadera, la
del otro,
mi cara de nosotros
siempre todos,
cara de árbol y de panadero,
de chófer y de nube y
de marino,
cara de sol y arroyo y
Pedro y Pablo,
cara de solitario
colectivo,
despiértame, ya nazco:
vida y muerte
pactan en ti, señora
de la noche,
torre de claridad,
reina del alba,
virgen lunar, madre
del agua madre,
cuerpo del mundo, casa
de la muerte,
caigo sin fin desde mi
nacimiento,
caigo en mí mismo sin
tocar mi fondo,
recógeme en tus ojos,
junta el polvo
disperso y reconcilia
mis cenizas,
ata mis huesos
divididos, sopla
sobre mi ser,
entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz al
pensamiento
contra sí mismo
airado;
abre la mano,
señora de semillas que
son días,
el día es inmortal,
asciende, crece,
acaba de nacer y nunca
acaba,
cada día es nacer, un
nacimiento
es cada amanecer y yo
amanezco,
amanecemos todos,
amanece
el sol cara de sol,
Juan amanece
con su cara de Juan
cara de todos,
puerta del ser,
despiértame, amanece,
déjame ver el rostro
de este día,
déjame ver el rostro
de esta noche,
todo se comunica y
transfigura,
arco de sangre, puente
de latidos,
llévame al otro lado
de esta noche,
adonde yo soy tú somos
nosotros,
al reino de pronombres
enlazados,
puerta del ser: abre
tu ser, despierta,
aprende a ser también,
labra tu cara,
trabaja tus facciones,
ten un rostro
para mirar mi rostro y
que te mire,
para mirar la vida
hasta la muerte,
rostro de mar, de pan,
de roca y fuente,
manantial que disuelve
nuestros rostros
en el rostro sin
nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de
presencias...
quiero seguir, ir más
allá, y no puedo:
se despeñó el instante
en otro y otro,
dormí sueños de piedra
que no sueña
y al cabo de los años
como piedras
oí cantar mi sangre
encarcelada,
con un rumor de luz el
mar cantaba,
una a una cedían las
murallas,
todas las puertas se
desmoronaban
y el sol entraba a
saco por mi frente,
despegaba mis párpados
cerrados,
desprendía mi ser de
su envoltura,
me arrancaba de mí, me
separaba
de mi bruto dormir
siglos de piedra
y su magia de espejos
revivía
un sauce de cristal,
un chopo de agua,
un alto surtidor que
el viento arquea,
un árbol bien plantado
mas danzante,
un caminar de río que
se curva,
avanza, retrocede, da
un rodeo
y llega siempre.